Verdades a quemarropa

Dime a la cara
todo aquello que no te atrevías a escribirme,
que me roce los puntales del alma,
que me duela al derrumbarse
cada una de las creencias
que tú mismo contruíste.
Dímelo todo sin miramientos,
para que se caigan de una vez los velos,
que se destapen las mentiras,
que se enciendan todas las luces del cementerio,
cada una de las velas de este infierno,
ácidos baños en cales vivas.

Dime, con la poca vergüenza que tienes,
otra absurda estupidez que ni tú mismo te creas,
que jures bajo Dios sabe qué estrella,
que falsees miradas de amor
dejando claro otra vez
la más perfecta definición de la miel.
Dime, sé valiente, da la cara,
todo eso tan bien escondido emtre máscaras,
que entre como un huracán,
que se lleve lo que siento por tí,
me destroce los ideales
y me achicharre bajo el foco la piel.

Dime, aquí y ahora,
que esto es una alucinación,
que todo es apariencia,
una absurda enagenación,
creencias hipotéticas
en un alarde de autojustificación.
Dime, y date prisa,
porque esta es muestra última conversación,
un momento lapidario,
un gesto masoquista en busca de la razón,
un motivo más para afirmar
que, en realidad, no tienes corazón.

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