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Voy a escribirle a esta canción desesperada,
o al viento que arrastra mi pelo bajo la bufanda.
Tal vez a las olas que acarician mis pies,
o a lo imposible que fue levantarse esta mañana.
Voy a escribirle a todo a la vez,
y a nada demasiado concreto,
por si me asusta lo que dice mi alma
o por si me vuelve a jugar una mala pasada.

Voy a escribirle a cada recuerdo,
pero no a los que me hacen sentir bien,
sino a todos mis errores,
a los que me han hecho así.
Voy a escribirles a todas esas malas sensaciones,
todas esas que me recorren el cuerpo,
día sí y día también para mortificarme
y les voy a pedir que no vuelvan más.

Y por mucho que les escriba esta misiva,
algo desesperada y con la gracia de lo fúnebre,
sé que me omitirán sin más
y volverán todos los días de mi vida sin falta.
Por mucho que les ruegue clemencia,
o quizás un golpe algo menos directo,
sé que van a marcar lo que me queda de vida,
si es que aún queda algo en este cuerpo inerte.

Y por poco que quiera reconocerlo,
tras una sonrisa algo enmascarada
y una luz en los ojos hace mucho apagada,
dolerá un poco más cada vez hasta que no lo aguante más.
Por poco que acuda a sus encuentros,
me buscarán igual como buscaba esa canción,
esa triste melodía que me deja otro surco,
otra herida de guerra de la que no me enorgullezco.

Voy a dejar que la vida me dé una tregua,
por obligación y sin necesidad alguna,
de la poca felicidad que me regala con cuentagotas
para ver si así se da cuenta que no soy yo a quien busca.
Voy a dejar que me destroce un poco más,
por si le da por mirar y ve que no queda sangre,
sólo arañazos en la piel que no se van con agua fría
y un puñado de lágrimas que no puedo llorar por la sequía.

Voy a dejar que pasen las horas
mirando a un punto fijo sin noción alguna.
Que por mucho que me cueste
me envenene un poco más la melancolía.
Que por poco que me sobre, sean en algún momento
las ganas de seguir aquí las que me lleven.
Voy a dejar de escribir
y que por poco o por mucho no sea yo quien decida.

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