El reloj

Me miraba el mundo con ojos endiablados,
con la incomprensión como firma,
intentando meterme en cintura,
abanderados de la causa del tiempo.
Me observaba la gente confusa,
presa de las modas pasajeras,
insensatos, envidiosos de esta cruzada
de mis pensamientos contra el universo.

Me atrapaban estas cuatro paredes,
con la contra entre los labios,
intentando impedir nuestro encuentro,
luchadoras amigas de la distancia.
Me comían las inquietudes,
sabedoras de mis miedos más aférrimos,
ponzoñosas, endiabladas en el alma
de quien desea sin miedo unas llamada.

Me descubrió mi reflejo en el cristal,
una nueva dimensión desconocida,
un atisbo del brillo perdido,
quizás una quimera enrevesada.
Me descubriste tú entre la gente,
los miedos a flor de piel
y las espectativas por los suelos,
un amanecer de sueños incesantes.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Perder lo imperdible

Poema VII. Sobre la momentaneidad de los tiempos

Al silencio