Acordarse

Me acordé de ti en las mañanas frías,
en un pestañeo fortuito.
Me acordé de ti entre las sombras
y con los abrazos de la gente.
Me acordé de ti y de tu sonrisa,
esa que me dedicabas sólo a mi,
esa que parecía algo especial.
Me acordé de ti cuando me perdí,
cuando el rumbo ya no era fijo
y mi vida daba vueltas sin concretar.

Me acordé de mí en las tardes de calor,
en unas lágrimas que no eran mías.
Me acordé de mí bajo el sol
y con la soledad más absoluta.
Me acordé de mí y de mi tristeza,
esa que afloraba con cada pelea,
esa que te hacía superior.
Me acordé de mí cuando me encontré,
cuando cogí las riendas
y se marcaba el camino en el sendero.

Me acordé de ti en la noche,
en un incesante desconcierto.
Me acordé de mí en la nieve
y tiritando de frío el corazón.
Me acordé de ti, de mí y de nuestro vaivén,
ese entre la felicidad y el vacío,
ese que no nos dejaba dormir.
Me acordé de mi, sin ti, cuando desperté,
cuando supe que eras pasado
y se apagaba la melodía de esta triste canción.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Perder lo imperdible

Poema VII. Sobre la momentaneidad de los tiempos

Al silencio