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Mostrando entradas de agosto, 2015

Sueño a sangre

Han pasado mil años de sequía en mi memoria, mil noches de soledad baldía en un cuerpo extraño, mil amaneceres de desgana pertinente. Hoy retomo mi tarea de comunicar a una grada vacía lo que me mueve en pesadumbre, con intención de que alguien, por error o curiosidad perezosa, afile en mis palabras lo que mis ojos ven cuando los cierro. Son los sueños, expresiones de anhelos incesantes, los que cuestionan y ajustician lo que nos rodea sin temor. Saben que no podemos alcanzarlos, que bebemos de ellos con tanta ansia como repugnancia. Nos maldecimos por desear cosas que no podemos tener, nos las muestran sabiéndolo. Nos conocen mejor que nosotros mismos. El sueño hace débil hasta al más valiente de los hombres: los deseos se vuelven intocables, Morfeo le deja la vaga sensación de que lo sintió, y entonces el hombre fuerte se deshace en dolor y tristeza por no poder volver al sueño del que despertó. A veces, esos misteriosos fantasmas no son más que un recuerdo desfigurado, una seri