Quema

Cuando vemos asomar al demonio en nuestros ojos, se apagan todas las luces y sólo vemos la que debemos ver.
Es como una llama, un gran fuego indómito que te lleva por sus derroteros aunque decidas resistirte. Y te quema si decides salir, si quieres revelarte, si crees que puedes cambiarlo.
Cuando uno cree que puede jugar con fuego, se confía y se embelesa, se enamora de sus tonos, se cree elegido para el cometido de cabalgar sobre tinieblas que no conoce.
Pero cuando el fuego se cansa y quiere volver a ser el dueño, ya no hay escapatoria.

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