Eras tú.

Ráfagas de ti
me asolan
con tu nombre,
y el susurro de los besos
de almas perdidas
de mis hombres.
Soplan de poniente
audaces como rayo
sentidos pesares,
temidos por locura
o por audacia pasajera
de dulces cantares.
En mi sueño
profundo,
taciturno,
has sido un reflejo,
un simple llanto
de la noche interminable
de pasillos en la noche
y de niebla en los espejos.

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