Sesión IV: Los problemas de los demás

Cuando uno se dedica a rumiar no sólo los problemas que uno mismo tiene, los que uno se crea y los que le aterra; para repensar también los problemas de la gente que tenemos más cerca, al final ocurre que nos dan ganas de coger a más de uno y decirle muy relajadamente que puede tener muchos años pero que su edad emocional se estancó en los dos años.
Hoy ha sido uno de esos días que me habían puesto de los nervios sin ni siquiera abrir los ojos, y si a eso le añadimos que hay alguien con un planning absurdo arremetiendo (el cual ni el mismo creador cumple por tareas añadidas aún más absurdas), mi estado emocional roza lo insoportable además de un precioso resorte añadido a mi pierna derecha que no deja de recordarme los nervios incipientes que no dejan de crecer.

Aparte de eso, la comida me sigue resultando algo a lo que tenerle respeto y no me atrevo a comer o a beber demasiado de golpe aún si tengo hambre, y me invade el miedo de volver a caer enferma. Intento comer pero algo en el subconsciente me dice: "Para o volverás a ponerte igual o peor de enferma".
Supongo que si esta noche consigo conciliar el sueño y dormir de seguido, mañana veré las cosas con más claridad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Perder lo imperdible

Poema VII. Sobre la momentaneidad de los tiempos

Al silencio