Al hombre ocasional

He bebido
de los aires de la luna
en cada paso de tu vida
de tiempo en tiempo.
He soñado
alma mía de bronce
que venías con la respuesta,
que no era hielo.

He dado
a mi dañado escombro
un motivo de alegría
o una pena sin remedio.
He vencido
o eso he creído
al demonio de mis sueños
o de pesadillas en medio.

Hemos visto
la locura en los ojos
del rival
o del hermano herido,
ansiado de oculto
o de sombra
o de todo junto,
lo querido.

Hemos sido
amantes en la noche
en los sueños del otro
y en escaleras de nadie,
sin ruido
y sin silencio
de los corazones ardientes
que nuestro cuerpo irradie.

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