Existencias inexistentes.

Sean benditos
los vientos de tu nombre
y tus aires de grandeza,
amargos cual veneno
diluido en licor dulce
de moras y cerezas.

Sean bellos
los recuerdos
que aún no han sido escritos,
tinta suave
rojo sangre
de puntadas de la tierra.

Sea condenado
tu descaro amañado
y tus ojos pecadores,
fervientes, deseosos
de furor
y de fuego.

Sea la luz
de tu mirada
morada de la mía,
desangelada en la locura
de tenerte en los brazos,
de soñarte con anhelo.

Sea cual sea
no importa tu nombre
o acaso tu destino,
sólo ruego,
clamor de cielo,
que sea al fin conmigo.

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