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Mostrando entradas de abril, 2014

Existencias inexistentes.

Sean benditos los vientos de tu nombre y tus aires de grandeza, amargos cual veneno diluido en licor dulce de moras y cerezas. Sean bellos los recuerdos que aún no han sido escritos, tinta suave rojo sangre de puntadas de la tierra. Sea condenado tu descaro amañado y tus ojos pecadores, fervientes, deseosos de furor y de fuego. Sea la luz de tu mirada morada de la mía, desangelada en la locura de tenerte en los brazos, de soñarte con anhelo. Sea cual sea no importa tu nombre o acaso tu destino, sólo ruego, clamor de cielo, que sea al fin conmigo.

Ojos de otoño

Caí en el azar y en la pérdida de lo perdido, gozando de victoria inexistente y fortuita, sencillamente azul un reflejo de tu mirada jugando con mis colores, dura madera, me envolviste. He caído en el pozo de tus encantos, ingenua y taciturna esperanza clama mi huida: "Al albor de tus destellos seguiré a quien me hechiza" pasmada, comedida. En ese bosque de tus ojos de otoño, he perdido mi voz y mi voto, he dejado a lo profundo consumir mis alegrías, y si por fortuna te encontrase, serías esa luz, clara y de día. No hallo ni quiero, la salida de mi enredo, ni de mi manos paseantes de tu pelo, ni del amor, siquiera del desenfreno, de mi osadía de buscarte sin descanso ni demora. Encuentro al fin el agua, oasis del desierto mío, ilusión maldita jocosa de mis emociones, tiembla el desengaño con suave canción de cuna. Muero ahora en estos versos por la desdicha de no encontrarte, de no tenerte, de que no me ames. Muero ahora en es

A la muerte justificada, allá donde vaya.

He soñado tantas veces con el sueño de besarte, se repite incesante, me atormenta en la noche. Soñaba que era doliente de tu adiós o tu te quiero, pensaba con paciencia que tu amor sería eterno. Despertaba en la penumbra, morada del desconsuelo, que venías a buscarme, sin llanto, sin anhelo. Alumbraba el día cuando te vi llegar, moribundo y sin cobijo, harto cuidado del reproche. Y sobre las sábanas vacías que ahora claman mi ausencia, llené de la tuya sus agonías, hice de tu cuerpo el ente de mis encantos de frío hierro y grave espanto. Icé la ira contenida con suave beso de muerte, calmé mi sed con tu sangre y el dolor con el detrozo, porque era ahora el oro el que no lucía, ni yo la que temía.

Hijos de pasiones imprudentes.

Sin gestos ni miradas se detuvo la vida, se fueron corriendo los albores y dejaron abiertas las heridas profundas del corazón. Me helaron las llamas de la sal y el azufre, que queman y se apagan, arrollan caricias, poco a poco se pudre nuestra historia en el salón. Barrera infinita separó el contacto de un ángel y alguien más, aún sin saber quién, arrojó, cual artefacto, mis palabras como aberración. Cruz de cruces la mía por querer robarte el mayor de los besos, ese menor de los pecados, hijos de Marte, creadores de agitación.

KO

Cada loco busca en sus mentiras un refugio que le brinde algo de claridad al mundo gris, pero si otro loco te intenta dar luz, deberías aceptarla... Supongo que perdí la batalla sin darme cuenta de que luchaba contra la inmensidad de lo oscuro, de la nada, y de ti.