Existencias inexistentes.
Sean benditos los vientos de tu nombre y tus aires de grandeza, amargos cual veneno diluido en licor dulce de moras y cerezas. Sean bellos los recuerdos que aún no han sido escritos, tinta suave rojo sangre de puntadas de la tierra. Sea condenado tu descaro amañado y tus ojos pecadores, fervientes, deseosos de furor y de fuego. Sea la luz de tu mirada morada de la mía, desangelada en la locura de tenerte en los brazos, de soñarte con anhelo. Sea cual sea no importa tu nombre o acaso tu destino, sólo ruego, clamor de cielo, que sea al fin conmigo.