Armemos un estruendo, estrepitosa la lluvia, arrebatadora la luz de tus ojos implorantes, me piden que te ame cuando tu boca prohibe el viento. Tomemos clases de caligrafía, que se escriba tu nombre en negrita y cursiva, que se derrame la tinta pasional, nos tomen por locos al escribir en añil los retazos de esta historia sobría. Venga, di algo, provócame, que se equivoquen los pronósticos, sean erróneas tus medidas predicciones, se lleven los demonios tus silencios, que sientas que mil vidas no son tiempo, que te falten calendarios, enfádate. Explota, vuélvete absurdamente impredecible, que cuantos más otoños, más fríos a tus espaldas, más recaerás en que perdiste aquello que tanto amas.
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